¿Alguna vez os habéis imaginado como será vuestro GRAN MOMENTO INCÓMODO?
Y, cuando digo gran momento, me refiero, por supuesto, a la situación de presentar vuestra pareja a el que hasta el momento era el hombre de tu vida: tu padre. Este al principio sonríe, piensa que eres demasiado joven, de hecho, para el siempre serás demasiado joven; puede que te lo diga o no, pero te lo aseguro, siempre lo piensa, entonces se presenta en tu casa, en el restaurante, o donde quiera que hayáis quedado, te sonríe nervioso y lo primero que hace es mirar a tu padre, arreglarse la ropa y comprobar que no le tiembla el pulso. Su pulso parece un caracol medio borracho comparado con el tuyo, estás apunto de entrar en estado de shock. Miras al cielo, y le pides a Dios que te preste un poquito de atención y te ayude a salir con vida de aquello. Se acercan, te da un beso en la mejilla y te da un apretón de mano, le cuesta más que de costumbre soltarla, luego respira hondo, le muestra su sonrisa más encantadora, segura y convincente que tiene a tu padre, y se agarran las manos, las aprietan y dan una sacudida firme. Tu padre fuerza una sonrisa. Se sueltan las manos y el término "respiración" vuelve a tu diccionario con lentitud y un sonoro suspiro.
Aunque en realidad, sería muy bonito que tu chico fuese un valiente caballero y le soltase a tu progenitor:
"Me gusta su princesa y quiero hacerla mi reina"
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